Putaendo Uno

¡Una sola verdad! Noticias que importan

Identificar-las-mentiras-en-las-personasPor Alejandra Rodríguez (*)

Alejandra-181x200Cuando niña era muy buena para mentir. De hecho la más grande de las tundas que me dio mi mamá fue por culpa de mis mentiras.

Fue aquella vez, tendría yo 11 años, y vivía pidiendo fiado a nombre de mi mamá en el negocio del frente, cuanto dulce se me antojaba.

Cierto día estaba yo con dos de mis hermanos mayores y les invité un festín de dulces y golosinas. Ellos pensarían que yo los tenía guardados de algún cumpleaños, y accedieron de inmediato.

Como de costumbre partí donde mi casera y le pedí de todo un poco. Volví a la casa bien cargada y cuando mi mamá me vio con todo eso en mis manitas, me preguntó de dónde lo saqué. Casi de modo innato le dije que mi amiga me los había regalado (primera mentira); la muy astuta me mandó a devolvérselos, y como yo no quería ir, le dije la verdad: “La Sandra me mandó a pedirlos fiados” (segunda mentira).

Y eso sí que fue terrible, porque mi mamá se empezó a poner colorada y como que se le salían los ojos, y subió como volando las escaleras y le gritó a mi hermana mayor que cómo se le ocurría mandar a una niña a pedir fiado, y a su nombre más encima. Mi hermana que no sabía nada y era una adolescente incomprendida, le gritó también, y se armó la pelotera de dimes y diretes. Se metió mi hermano, que para mala suerte andaba con un banderín de su equipo favorito, y mi mamá no encontró mejor cosa que agarrarlo y pegarle a cada uno un palo en la cabeza por insolentes.

Y yo, con cara de inocente, parada en una esquina con los dulces en mi mano. Me miraron y todos comprendieron que fui yo y mi gran mentira la causante de todo el embrollo. En fin, sólo puedo decir que no me pude sentar como en una semana, y no precisamente por comer tantos dulces…

Bueno esa capacidad la he perdido con los años, o quizás ya no me interesa mentir, pues, como que me da lo mismo lo que vendrá después, y a mis amigas no les hablo con mentiras, quizás solo remito eso a mi trabajo, lo que me ha proporcionado buenas ganancias.

Independiente de lo anterior, quiero relatarles la mejor mentira que he escuchado en años. Siempre me hace reír tan sólo recordarla.

Bueno, esta mentira venia de la boca de mi vecino “El Rojas”, quien casi todas las noches nos inventaba algo, como si fuera una vivencia de él. Pues bien, esta es la mejor, y la trascribiré tal como él hablaba, para que sea lo más fiel posible a su relato:

“La otra vez, tenía una uña ainconada (encarnada), y como no tenia plata pa’ la micro, me jui a patita por el cerro al hospital de Putaendo. La enfermera me miró y me dijo –“Rojas, siéntate pa’ sacarte esa uña”-. Ella agarró un alicatito y tiraba despacito, pa’ que no me doliera. Y yo como soy perro, se lo quité y me la tiré pa’ juera no más. Me saltó el chorro de sangre, y la enfermera no lo podía creer, y me pasaba un algodoncito despacito con metapío. Yo me miré la pata y encontré la cosa media injusta. ¿Por qué crecerían todas la uñas menos esa? Así que agarré el alicate y me saqué todas las uñas car’e palo. La enfermera casi se volvió loca, y llamo al doctor, Cuando el doctor llegó me dijo: “Puta que soy perro Rojas” – y yo le dije- “Claro que soy perro” y le planté el combo en l’hocico y me vine caminando pa’ la casa”.

Esa mentira es la más grande y chistosa que he escuchado jamás. Las otras mentiras las dejaré para otra ocasión.

Pero como dicen por ahí, “se pilla más rápido a un mentiroso que a un ladrón”, así que no es bueno mentir. ¿O no?

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(*) Alejandra Rodríguez es una mujer joven, putaendina, madre de tres hijos hermosos, vendedora de soluciones telefónicas, le acaban de regalar un auto y va desenfadada y feliz por la vida.

En suma, madre, hija, esposa, apoderada, trabajadora, amiga y a veces bruja. Ella es…una mujer como tú.

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