La Fernanda da hasta medio litro de leche al día.-
Al grito de “¡Leche ‘e burra p’al empacho!”, la coqueta “Fernanda” se pasea por las calles de Putaendo ofreciendo su singular producto lácteo a quienes estén dispuestos a mejorar su salud.
Ya en la Antigüedad eran conocidas las propiedades sanatorias y cosméticas de la leche de burra. Popea, mujer de Nerón, llevaba en su comitiva quinientas burras nodrizas para bañarse en su leche. Y son legendarios los baños que se daba la reina de Egipto, Cleopatra, con esta leche.
La leche de burra posee una gran riqueza en nutrientes y su gran digestibilidad la han hecho siempre ideal en casos de agotamiento, debilidad, desnutrición y postoperatorios. Puede mejorar el sistema inmunológico ya que contiene Inmunoglobulina y Lizozima (sólo se pueden encontrar en la leche materna). Su riqueza en oligosacáridos la hacen muy recomendable para la tendencia al estreñimiento, alergias, desequilibrios en la flora intestinal. Tiene una gran digestibilidad ya que la leche de burra es baja en grasas y en caseína.
Pero de estas científicas descripciones de sus bondades no sabe mucho Alexander Maltes, quien nos relata que, además de ser buena “p’al empacho” en los niños, sirve “p’alos duros de tripa”, la úlcera, anemia y las mujeres la usan para “estirarse la máscara”. Alexander es un orgulloso continuador de esta verdadera tradición familiar. El viene de Santiago, pero ahora está avecindado en Los Andes y señala que “vengo hasta Putaendo con “La Fernanda” porque aquí a la gente le gusta y me va bien con la venta, la gente de acá sabe mas de esto, es mas de campo”.
La leche se vende directamente desde la ubre de la burra, en un cachito (aproximadamente una cucharadita), dosis que cuesta $800. Calculado de esta forma, un litro de leche de burra cuesta unos $72 mil, valor nada despreciable, “pero esta niña no me da más de un cuarto de litro al día”, dice Alexander, quien se despide con un “hasta luego amistaíta”.