Por Alejandra Rodríguez (*)

El día del padre. Lamentablemente para mi esta es una fecha que contrapone sentimientos. Por un lado está la de mi niñez con un padre ausente (como a muchos les pasa), y que cada acto y manualidad que hacíamos en el colegio, yo tenía que regalárselo a mi mamá, o tirarlo a la basura, justificarme con mis compañeros sobre por qué yo no celebraba ese día.

Sufrir en silencio de no saber si este señor me quería, si me odiaba, contestarme sola las preguntas que surgían, ¿Por qué, si el sabia de mi existencia no llamarme, para saber cómo estoy? ¿Por qué no pregunta cuál es mi comida favorita? ¿Por qué no estuvo conmigo cuando ese imbécil se rió de mi? En fin, me hizo mucha falta, aunque jamás le dije a mi madre tal cosa, no quería hacerla sentir culpable, sobre todo viendo lo sacrificada que era su vida al tratar de criarnos lo mejor posible.

Otro motivo por el que me disgusta esta fecha, es porque, como era de esperar, se repitió la historia, y conseguí un papito igualito al mío para mi hijo mayor. Sí, aunque parezca irónico, sufro viendo el rechazo de este personaje hacia mi hijo, sufro al ver su carita cuando pasamos por el frente de su casa y no tener la libertad o confianza de pasar a saludarle. En fin, es muy triste.

Ahora que me leo, pareciera que sacara esta historia de una canción ranchera, pero lamentablemente así es la vida y cualquier canción se queda chica.

Bueno, con el paso de los años tuve la bendición de encontrar una pareja que me dio dos hijos más,  y resultó ser un muy buen papa. Adora a los niños y juega como si fuera un niño más, mi hijo mayor también se incluye en el juego, pero yo como mamá siempre siento la diferencia, no sé si es bueno o malo, pero es así.

A pesar de todo lo malo, les he inculcado a mis hijos que celebren a su padre, pues recién ahora entiendo lo maravilloso que es poder tenerle, abrazarlo, besarlo. Lo refleja la cara de mis hijos cuando lo ven llegar del trabajo, corren a abrazarlo. O cuando el menor de mis hijos despierta por la mañana y no lo ve a su lado, salta y pregunta por él. Bueno, él también se siente amado y lo refleja su mirada cuando los observa jugar en el patio.

Creo que, aunque yo no tuve un padre presente, y con lo ya relatado, puedo concluir que la presencia del padre, por más que algunos digan que no es importante o que no hace falta, de verdad no se puede obviar ni minimizar. Es la imagen de la autoridad, del cariño incondicional, de la contención y de la sabiduría.

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(*) Alejandra Rodríguez es una mujer joven, putaendina, madre de tres hijos hermosos, vendedora de soluciones telefónicas, le acaban de regalar un auto y va desenfadada y feliz por la vida. En suma, madre, hija, esposa, apoderada, trabajadora, amiga y a veces bruja. Ella es…una mujer como tú.