Por Alejandra Rodríguez (*).-
Yo aprendí a conducir a los 14 años. Me enseñó un amigo que estaba medio enamorado de mi. Él, muy amoroso, me explicó con mucha paciencia toda la parte mecánica de cómo conducir, y hoy que tengo más del doble, manejo -según yo- relativamente bien.
Pero cada vez que llevo a mi marido de copiloto, me critica tanto que pareciera que rindo examen de manejo, y me pongo nerviosa que lo hago todo mal, y el sigue creyendo que yo manejo de lo peor.
Entonces me puse a pensar que no debe pasarme solo a mí, que a muchas nos carga manejar con nuestras parejas al lado. Yo -por ejemplo- manejo a una velocidad prudente, evito ir detrás de camiones y no me gusta adelantar, porque tampoco ando muy apurada, para eso salgo a tiempo. En cambio los hombres, andan super rápido, creen que se las saben todas y lo peor es que critican a todos los demás conductores, creyéndose los dueños de la calle y que nadie lo hace mejor.
En fin, está demostrado que la mayor cantidad de accidentes son provocados por hombres, y seguramente se debe a que no pueden hacer dos cosas a la vez. Por ejemplo, yo como mujer, puedo maquillarme en el semáforo porque el tiempo me alcanza. En cambio ellos ¿Qué hacen? Se escarban la nariz, rascándose el cerebro por dentro seguramente…
Cuando algún colectivero nos adelanta indebidamente, yo no hago nada fuera de mirarlo con desaprobación. Pero los hombres son capaces de agarrarse a golpes por tal acción y lo peor, es que ambos creerán tener la razón.
La música es otro tema ¿Por qué ellos escuchan la música en el auto tan fuerte? ¿Querrán que todos sepamos que tienen radio en el auto? Me carga llegar a un semáforo y ver un auto super enchulado, con luces de colores, y la música a todo lo que da; y cuando arrancan aceleran a todo lo que da para impresionarnos, cuando la verdad es que nos irritan
Hay una cosa que es característica de nosotras. O sea, cuando una ve el auto decimos ¡este auto es de una mujer! Pegamos figuritas en el parabrisas trasero, de toda nuestra familia, no es mi caso, pero hoy abundan esas imágenes. Yo, la verdad, encuentro medio inseguro ese hecho, porque estamos detallando con esta información a todos los integrantes de la familia; pero bueno, también se entregan en el Facebook.
En fin, somos tan distintos hombres y mujeres, que hasta para manejar se nos nota eso de que somos de Venus y Marte. Yo tengo que estar bien sentada frente al volante, y ellos manejan como acostados. Yo mando a lavar el auto una vez a la semana; ellos, si pudieran meter el auto a la casa, lo harían, para que no le entre tierra: Yo uso el auto para salir con mis amigas, hijos y familiares; a ellos les gusta andar solos, y si se les sube alguien debe sacudirse bien los pies, si no ¡pobre de aquel que ose ensuciarlo!
Qué más puedo decir, yo seguiré manejando como lo hago hasta hoy, y ellos nos seguirán criticando. Es así la vida, por los siglos de los siglos…
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(*) Alejandra Rodríguez es una mujer joven, putaendina, madre de tres hijos hermosos, vendedora de soluciones telefónicas, le acaban de regalar un auto y va desenfadada y feliz por la vida.
En suma, madre, hija, esposa, apoderada, trabajadora, amiga y a veces bruja. Ella es…una mujer como tú.