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LiliportEn el Aniversario 182º de Putaendo, fue reconocida con este singular galardón ciudadano.-

SAM_2791Liliana Vargas Belmar, hija de don “Pepe” Vargas Núñez y doña Rosa Belmar Caneo. Nació en Putaendo un 9 de octubre de 1949. Sus primeros años de estudio fueron en la Escuela Parroquial de Putaendo, hasta 6º Preparatoria y luego en el Colegio de las Carmelitas, en San Felipe. Sus amigos de siempre, a quienes recuerda con mucho cariño “fueron mis amigos de barrio, como Lucho Opazo, Tito Vergara, Boris Vergara, María Muñoz, la Nora (Sánchez), todos los que vivíamos cerca de Aspée con Sarmiento”, relata evocando su juventud.

Con mucho esfuerzo de la familia partió a Santiago a estudiar peluquería, pues ese era su sueño. Su único hermano, Ricardo, hubo de sacrificar su excelente puntaje en las pruebas de ingreso a la universidad, y debió olvidarse de ingresar a Ingeniería en Minas para que ella pudiese estudiar. Tres años se preparó en un instituto en la capital -“no era como ahora, que se estudia apenas un año o menos y ya está”, dice- y luego volvió a su ciudad natal para instalar su Salón de Belleza, en la esquina de Camus con San Martín. El trabajo y la vida se encargaron más tarde de recompensar a Ricardo, que hoy es un próspero empresario del transporte y tiene una hermosa y extensa familia. “Un siete Ricardo, mi hermano”, dice con cariño.

Pero había conocido en Santiago al amor de su vida, Guillermo Zúñiga (ambos, foto portada), por intermedio de su cuñada. El 18 deImagen 088 marzo cumplieron 41 años de casados. Y el acuerdo entre ambos fue regresar a Putaendo e instalar la peluquería y el restaurante. Así nació la Cafetería y Salón de Té Lilianett en lo que fuera su casa, la misma esquina ya citada.

Y allí comenzó todo. Noches de amanecida en el café y una fila permanente en la peluquería, que dicho sea de paso, fue la única en Putaendo después que la señora María Troncoso se fuera de la ciudad. Trabajó 29 años en la peluquería. Luego regaló todos los implementos “porque Wilo (Guillermo) no me dejó trabajar más. Pero yo igual le ayudaba en el negocio”.

Allí forjó doña Liliana su carácter, trabajólica, aguerrida, perseverante, generosa, tanto que parecía despreocupada. Pero no era así, todo lo contrario, era muy diligente y estudiosa de cada situación de su negocio. Tanto que el café se transformó en restaurante, llevándose las preferencias de la clientela por muchos años, al alero de una buena atención, elementos modernos y cercanía con la gente, especialmente la juventud.

Surge la necesidad de restaurar el templo parroquial, derruido tras un terremoto, en 1985. Y allí doña Liliana levanta de nuevo su bandera de soldado putaendina, y se pone a trabajar de cabeza para apoyar la gestión y empeño del padre Celis (quien celebró su matrimonio) -“Tenía que ir poniéndole frenos en su afán, porque era capaz de vender hasta la casa por ayudar al Padre Celis”, cuenta Guillermo, su esposo- por recuperar la iglesia patrimonial. Desfiles de moda, bailes, bingos, muchos eventos se hicieron en esa época para apoyar la reconstrucción, y ella estuvo en todos.

Sus mejores amigos, en los primeros años de colegio, fueron Anita Alvarado, hermana de René y Rufino; recuerda a Haydée Barría,lili miri Nora Sanhueza, los mellizos Herrera (Mario y Miguel), Gladys González, Patricio Valdés. Y una mención más que especial para su gran amiga Miriam Guzmán (foto der.), una de los cuatro hijos del Capitán Víctor Guzmán (junto con Gloria, Perla y “Pirincho”), oficial de muy buen recuerdo para los putaendinos de la década de los 60’s. Es justamente en la casa de éste donde ella permanece durante sus estudios de belleza y peluquería. La amistad con Miriam crece y se mantiene inalterable hasta hoy.

lily solHoy, a los 63 años, se encuentra con el reconocimiento de Hija Ilustre de Putaendo, galardón con el que se distingue a aquellos que realmente han marcado una senda en el camino de los putaendinos, los que han dejado huella. El premio la cruza en un momento especial de su vida, pues desde hace un tiempo lucha con la enfermedad más perniciosa conocida. Sus ojos se ponen llorosos ante la impotencia del desgraciado mal, que la pilla en su momento de mayor plenitud en la vida, cuando ya disfruta de las tres nietas que le dieron sus hijos Solange y “Maxito”, como ella le dice -un fornido treintañero de casi dos metros de alto- y con muchas ganas de continuar bregando.

Aunque denota un cierto cansancio, las ganas de conversar y entregar los detalles de cada situación de su vida no la abandonan. Cuida su imagen y su postura con el garbo que le dejan los años de formación en la escuela de belleza de Wella. Y da instrucciones a diestra y siniestra en la casa. Pacientemente se deja llevar a su periódico tratamiento en Santiago.

Agradecida de la vida, de quienes pensaron en ella para entregarle este reconocimiento, de su familia, de Dios, de su marido, de sus hijos, de sus amigas y de su pueblo -“No cambio Putaendo por nada del mundo. Nada ni nadie me van a mover de mi Putaendo. Yo lo encuentro hermoso, Me gusta mucho”, dice, ufana. “Quiero a la gente de mi pueblo porque han sido buenos conmigo”.

Liliana Vargas no tiene secretos ni dobleces, sencilla, amistosa, hiperquinética, putaendina como muy pocos, destacada, y por sobre todo, amante del pueblo que la vio nacer.

En la foto familiar, doña Liliana, abrazada por su hermano Ricardo y su hijo Max, su esposo Guillermo, rodeada de nietas, cuñada, yernos, nueras, en Navidad, la familia que entre todos han construido.

¡Felicidades doña Liliana!

lilyfam

 

 

(Fotos familiares autorizadas)

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