Por Alejandra Rodríguez (*)
Ahora que viene el verano se me ocurrió escribir sobre nuestros hijos y sus pololeos, pues es en estas fechas que estas cosas florecen. La verdad es que yo mucha experiencia no tengo, pues mi hijo mayor recién tiene 12 años y aunque sé muy bien que ya ha tenido sus besuqueos, no son como para sacar conclusiones.
Entonces recurrí a mis amigas, quienes sí tienen hijos mayores. Por ejemplo, tengo una amiga con una hija de 15 años quien pololea hace cuatro meses con un muchacho de su misma edad. La cosa es que desde que empezó a pololear ha perdido a su hija -metafóricamente hablando- pues la chica si bien esta en su casa, vive conectada a través de su teléfono y whatsapp a Facebook o cualquier otra red social que tenga para estar al tanto de los pasos de su noviecito. Otra cosa que le cambio a mi amiga fue que ahora debe llevar y traer al muchacho a su casa para vigilar el dichoso pololeo, por ende debe comprar más mercadería, pues los chicos de esa edad comen como condenados a muerte.
Otra incomodidad que seguramente soportará mi amiga, será que, cuando la parejita pelee, verá a su hija sufrir por amor, y si tiene memoria sabrá perfectamente que es un dolor gigante que no queremos para nuestras princesas, ganas de matar a ese pelafustán que le hace daño a nuestra bebé. Pero a la semana siguiente tendrá que ir a buscarlo a la micro, pues se habrán abuenado y pololean felices otra vez.
Para otra de mis amigas, quien tiene un muchacho de 17, la cosa se puso color de hormiga, pues al principio cuando el chiquillo le presentó a su polola todo iba bien, hasta que empezó a notar que peleaban mucho. La chica llamaba mañana, tarde y noche a su hijo, y cuando él no le contestaba el celular lo llamaba a la casa, iba llorando porque su hijo no la quería o la había dejado plantada por ir a jugar a la pelota. Finalmente terminaron y los problemas para ella también.
A otra de mis amigas le tocó más pesado aun: su hijo de 18 fue tentado en su propia casa por una chiquilla de 16, y terminaron haciendo cosas de grandes… con resultados de grandes. Ahora su hijo es papá y con una muy mala relación con la madre de su criatura, que no pidió venir a este mundo pero tampoco es el culpable de nada.
Este tema da para tanto, y no existe fórmula o tutorial que uno pueda seguir. Debemos confiar en lo que hemos criado, creer que nuestros hijos no cometerán errores o se dejarán llevar por una pasión incontrolable. Y si es así, que estén preparados con consejos de nuestra parte o con las herramientas que les demos, así llegaran a ser gente de bien y respetuosas del otro. También enseñarles que el amor no es una cosa de un rato, que requiere compromiso, fidelidad y respeto y por sobre todo tolerancia. Sí, tolerar que sus parejas pueden tener amigas(os), tolerar el espacio propio, tolerar las discusiones sin decaer en depresiones, etc.
Con todo esto espero ayudar con un granito de arena a todas las madres que un día u otro nos veremos enfrentadas a la realidad de ser SUEGRAS por vez primera.
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(*) Alejandra Rodríguez es una mujer joven, putaendina, madre de tres hijos hermosos, por ahora peluquera de niños, y va desenfadada y feliz por la vida. En suma, madre, hija, esposa, apoderada, trabajadora, amiga y a veces bruja. Ella es…una mujer como tú.