Falleció don Raúl Gutiérrez Gutiérrez (83), el incansable y singular predicador del centro de Santiago.-
El año 2007, se publicó en “La Cuarta” una nota diciendo que estaba mal de salud, pero aún vivo y entusiasta en su casa de Pedro Aguirre Cerda. El fan chileno número uno de Dios reapareció un tiempo después por el sector de calle Moneda con Ahumada, y fue entrevistado por reporteros del diario “La Nación”, para una nota sobre su regreso a las pistas, en la edición del viernes 20 de enero de 2012. Ya estaba totalmente cano, arrugado, casi sin voz ni saltos, pero seguía enérgico en la fe y pretendía continuar con la misma prédica del evangelio, mientras recibía alguna ayudita en dinero de los observadores, una cosa poca para mantener el hogar.
“Ésta es la orden que me dio mi Señor -le dijo a los periodistas-, amigo: predícame en la calle, todo el día, sin parar. Pero yo le dije varias horas no más, mi señor, todo el día no puedo, que tengo que trabajar para mantener a mi mujer y a mis hijos. Entonces él me dijo predícame no más, honra mi nombre, que yo voy a ver que no te falte dinero. Y me dio la orden: predica y el que se pare a saludarte, ése te lo mando yo. Dile que te dé no más”.
Llegaba a mediodía y permanecía lanzado sus mensajes y proclamas hasta bien pasadas las 22 horas, incluyendo la mayoría de los días sábados. Casi no ingería bocado ni agua en todas esas largas horas, aunque con el tiempo debió ir tomando cada vez más pausas en tan extensa jornada, porque el cuerpo y las energías simplemente ya no le daban ya al hombre octogenario.
Vestido con harapos y ropajes muy raídos, poco afecto a las fotografías y respetado incluso por las almas más oscuras del corazón de Santiago, este hombre alegre locura siguió intentando expandir la palabra de su fe por el centro capitalino. Podía encontrárselo sentado allí casi en la salida del Pasaje Matte por la esquina de Huérfanos con Estado. Por causa de tantos años de sobreexplotación, además, ya no le quedaba voz, sólo un murmuro seco que intentaba hacer fuerte sólo con la porfía. Cansado, decaído y anciano, así pasaba gran parte de sus días dormitando, en estos últimos tres o cuatro años, levantándose cada cierto rato a tratar de rugir otra vez sus mensajes de salvación, para luego volver a cansarse y tener que sentarse un rato más.
Agotado, enfermo, pero seguramente satisfecho con sus 50 años de su existencia enteramente consagrados a ese frenesí imparable de predicación y de devoción feliz que lo hiciera tan conocido, Raúl Gutiérrez, el inolvidable pastor callejero y loco de Santiago de Chile que grabó a fuego la frase “¡Gloria al Pulento!” en nuestra historia popular y en nuestras pautas culturales de entendimiento, falleció el domingo 16 de marzo de 2015.
Don Raúl había nacido en 1932, dentro de una familia muy pobre de Linares, condición social que lo acompañaría toda la vida. Se vino a trabajar en la juventud a Santiago. Viviendo acompañado de su esposa y su pequeña hijita, daba batalla y sustento como mecánico engrasador de la desaparecida ETC, en un taller de avenida Santa Rosa para el Ministerio de Obras Públicas.
(Extractado de Urbatorium, escrito por Criss Salazar)